jueves, 11 de febrero de 2016

CARTONEANDO

Siempre es beneficioso ir al centro caminando. Aparte de mantenerme en forma, ahorrar nafta, estacionamiento y malas sangres varias, me permite ver cosas que no vería en auto. Por ejemplo, este Auster en la librería de viejo donde hace poco encontré la novela de Highsmith, que ya estoy terminando. Lucía marcado F y el librero respetó el F o sea 50 pé, aunque para mí en el orden alfabético serían 60, claro que no me voy a poner a discutirle. Una porque me conviene y otra porque tengo la tara de no haber aprendido nunca del todo bien el abecedario. No es mi única tara, confieso. Tampoco se distinguir derecha izquierda ni andar en bicicleta. Listo, lo dije. En todo lo demás soy bastante superior al promedio de los humanos vivos. La cuestión que el libro me terminó saliendo 45 y con otro de yapa. Porque andando por el bulevar de 51 me encontré tirado entre un montón de basura esta edición baratita nacional y popular de Girondo, que hace una década ganada el gobierno encargaba a las editoriales para distribuir gratuitamente en las escuelas. Y adentro del volumen había un ticket de peaje a la costa reciencito, con el vuelto de 5 pé, que alguien dejó olvidado porque, claro, en la Revolución de la Alegría todo el mundo despilfarra alegremente. Hablando de olvidos, alguien de la concesionaria de Saladillo, donde estuvo el auto el viernes pasado para el service, se olvidó un martillito que encontré recién hoy, cuando lo saqué de la cochera, de vuelta de la caminata. Al estacionarlo frente a casa -y ya que mencioné la basura- noté restos de bolsas de residuos en la calle con asquerosidades como pescado podrido y pañales cagados. Me ocupé, con infinito asco, de juntar todo. La Plata sigue muy sucia. No saqué foto de lo último, sería de mal gusto, supongo igual me creerán... y si no, tampoco me desvela. Por otra parte, si alguien esperaba que cierre con alguna metáfora, lo siento, hace mucho calor, la dejo a criterio vuestro.

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