domingo, 24 de julio de 2016

ORIENTAL INDISCRETA


No bien pasás la Represa Hidroeléctrica de Salto Grande, la hermana República Oriental del Uruguay te recibe con una enorme, extraña y desolada edificación, que dice ser de información turística. Pero como toda indicación en el país charrúa no hay que tomarla muy al pie de la letra. Estacioné en un lugar que suponía estaba destinado a esos fines, y traté de orientarme por el oído. Cuando ubiqué de donde surgían voces, proyecté un "Hola!". Asomó entonces un señor que me indicó la oficina, la cual quedaba mucho más distante de los carteles y resultaba ínfima en relación con el edificio, aparte de estar situada de forma inverosímil. Apenas nos asomamos, una señora con aspecto de no haber hablado con nadie durante años, nos invitó muy amablemente -son muy amables, eso sí- a ingresar. No saqué de ella más información que un mapita de Salto y el aliento que no había forma de perderse. Tampoco pude usar el baño, ya que parece que no había agua. Me envió al shopping, que estaba a la entrada de la ciudad (varios kms. más adelante), donde según ella había "baños, de todo!". Pero antes de eso, y de contarme lo del agua... en el momento justo que le formulé el pedido, vaciló un poco y me preguntó: "Usted anda muy necesitado?".

No supe que responder...


Picasso y yo

Picasso estaba haciendo algo así como un mural en una calle de Zárate. Era un anciano muy petiso y de una enorme corpulencia, resaltada por el sobretodo que envolvía por completo su figura. En la tarea del mural embestía contra un hueco de la pared, cual si fuese un toro. A su lado, acostada en el piso, una bella mujer madura se limaba las uñas. Yo pensaba que Picasso reflejaba en la obra que estaba realizando la problemática del cornudo. Cuando pasaba cerca, lo miraba y el me veía. Yo dibujaba con los labios la palabra "maestro". Picasso sonreía, y con lenguaje gestual me advertía que no hay que beber.