lunes, 25 de abril de 2016

AHORCAMIENTO


Advertía, desde la piecita de arriba, movimientos sospechosos en el patio que desembocaba en la cuadra de la panadería de San Juan y Boedo, donde pasé una parte de mi infancia. O sea que nos hallamos situados en los años sesenta, aunque con mi edad actual, frisando -diría Cervantes- también los sesenta. Daba el alerta, pero aparecían unos tipos que se identificaban como nuevos empleados de mi tío. No me convencían demasiado sus explicaciones. Entonces los seguía furtivamente, y presenciaba cómo, en el túnel de la zorra, al final del cual se guardaban las bolsas de harina, ahorcaban al pobre Pascualito, que sí era uno de los que amasaban el pan todos los días.

Estuve unos minutos despierto, pero los ravioles y el tinto del mediodía pedían a gritos un rato más de siesta.

Pasé a ubicarme en la cocina de la panadería (la casa, el comercio y la cuadra formaban parte de un único edificio). Allí también se encontraban mi tía Herminda y mi mujer, a quienes les comunicaba la terrible noticia del asesinato de Pascualito. En ese preciso momento llegaba el cabecilla de los criminales, a quien yo, astutamente, había citado con el pretexto de encargarle un trabajo de albañilería en una propiedad lindera, que me pertenecía. Atravesábamos el patio, que ahora aparentaba ser el del conventillo de Don Nicola (Pascualito-Pascualín), mientras le daba charla para que no advirtiese que adonde en realidad nos dirigíamos era a la comisaría de al lado.





"...cómo, a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor"

Entre todas las cosas que ya no vienen como eran antes, la que menos, menos, menos se parece es el alfajor Jorgito de chocolate. Aquella golosina que -recuerdo- mi compañero del secundario Javier González ingería por docenas en cada jornada de clases del benemérito Colegio Nacional de Zárate, y que era adquirida en los recreos, en el puesto del legendario portero, Pepe Caivano, o enfrente, en el kiosco de Monferrand, situado en plaza Mitre, venía en un envase desenvolvible (permítaseme el galeguismo) y no en uno sellado industrialmente. El proceso de envasado era artesanal al punto que solíamos encontrar con Javier -que se dignaba muy cada tanto convidarme un mordisco, tan pobre era yo y tan voraz él- huellas digitales marcadas en el chocolate de la cobertura. Ese envoltorio incluso permitía un entretenimiento para realizar en materias tediosas y lejanas a la realidad imperante como ser Educación Cívica, dictada por el insigne investigador de la gesta sanmartiniana, el Dr. Carlos Alberto Leumann: con mucho cuidado se extraía del dorso de la envoltura una especie de papel manteca delgadísimo y con él se alisaba pacientemente la otra parte del envase, hasta que quedaba convertida en una fina lámina metalizada. Pero póngale usté que ese estúpido cambio en aras del altar de la higiene se pueda justificar. La textura, el grosor y el sabor del alfajor Jorgito de comienzos de los '70 eran por completo distintos. Huelga decirlo, aquel alfajor era mejor. Y sólo quien haya comparado uno y otro puede decir cuánto se perdió en el camino.


miércoles, 20 de abril de 2016

TANGO


La naifa está junto a la ventana, mira la yeca y bate: "Puta digo, escureció de golpe y caen soretes de punta... Vení pa' cá, gil... Enyename el vaso de moscato y vamo' a chupar juntos, queré?"
Ahí el cafiolo se inspira, saca el lápiz de la oreja, y en el pelpa de almacén donde le envolvieron el salamín, sorteando las manchas de grasa, escribe: 
"Afuera es noche y llueve tanto..."


lunes, 18 de abril de 2016

LEGADOS

Me preguntaba qué click me habría hecho soñar con mi padre, por qué le decía que lo iba a alcanzar en auto, al tiempo que me reprochaba internamente el tiempo que hacía que no le daba bola, que no hablaba con él.
Anoche, mientras movía mis cajas con archivos de unos estantes de arriba de todo, se me cae una antigua lata de galletitas Bagley, donde el abuelo de mi mujer guardaba estampillas en prolijos paquetitos. Siempre me intrigó esa colección, que abarca muchos recipientes de distinto tipo, repletos de sellos.
Hoy se me dio por consultar, lo que suscitó una amable charla sobre filatelia con un amigo conocedor del tema. 
Recién, la conversación me llevó al recuerdo de un capítulo del Decálogo de Kieslowski, cuyo argumento pasa por una colección de estampillas que heredan dos hermanos, de su padre que acaba de morir. 
No saben nada de filatelia, pero de a poco, en función de determinar el valor de la herencia, se van interiorizando.
Hay una escena maravillosa -una de las escenas más conmovedoras que he visto en pantalla- donde los hermanos amanecen ocupándose de los detalles de la preservación de la colección.
Uno de ellos comenta entonces que al estar absorto en esa tarea, se había olvidado de todo. Y que hacía mucho tiempo que no se sentía tan bien, 
"Todo" -claro- era su vida gris, sus pobres vínculos, el mundo.
Solo un coleccionista puede entender esa frase. Eso es exactamente el coleccionismo. 
Los dos hermanos se habían convertido en coleccionistas sin darse cuenta. Y ahí estaba el verdadero legado del padre, no en las estampillas en sí
Quizá yo esté tratando de descifrar, tan tarde, a esta altura de la vida, que fue lo que en realidad me dejó mi viejo.


sábado, 16 de abril de 2016

VIEJAS CHOTAS (3)


La señora bajita y rechoncha habla incansablemente en la verdulería. 
Dice cosas como "el ajo viene sin gusto a ajo" o "mi marido cocina, como debe ser".
La imagino en su casa, balanceándose de un lado a otro para equilibrar su peso y parloteando desde que se levanta hasta que se acuesta, y me parece un milagro que en el barrio no haya habido noticias de un uxoricidio.

viernes, 15 de abril de 2016

LA PERIPECIA ARISTOTELICA EN LA INFORMATICA

Mi viejo y querido Word 2003, en mi vieja y querida PC, empezó a dar hoy alarmantes señales de agonía. Intenté repararlo sin éxito y terminé desinstalándolo. Como hace un tiempo yo había instalado en la note el 2010, me dispuse a tratar de reconstruir ese proceso. Trasladé con el pendrive el exe que estaba en la note, pero al tratar de ejecutarlo me pedía una contraseña. El Google me tiró cientos y todas supuestamente eran posta. Ninguna servía, por supuesto. Me dije que había que empezar de nuevo. Después de pasar por toda la truchada informática de la web y sortear las trampas que te ponen a cada paso, encontré un sitio confiable y un tutorial bastante simple de seguir. Luego de una lentísima descarga, y un más lento aún proceso de instalación, reinicio de la PC mediante, ví aparecer por fin el ícono de la página con renglones y la doble ve, y me tranquilicé. Restaba activarlo, cosa que nunca me preocupó en la note, porque ahí uso poco el Word. Pero en la PC, donde es de uso continuo, no podía soportar permanentemente los odiosos cartelitos de advertencia del puto Microsoft. Así que me bajé el activador, creyendo que después de lo anterior iba a ser un juego infantil. Me equivoqué. Una vez descargado, lo descomprimí del rar y seguí la instrucción de ejecutarlo como administrador. Me pedía contraseña. Qué mierda podía acordarme yo de la contraseña de administrador, si es que alguna vez la supe? Vuelta a guglear, y me desayuno que la forma de salir de ese atolladero era reiniciar la PC en modo prueba de fallos. Después ir a inicio, ejecutar, escribir unas palabras mágicas, y ahí ya podía establecer una nueva contraseña. Imprimo las instrucciones, las sigo al pie de la letra, todo bien. Vuelvo a iniciar la PC en forma normal, pero me aparece pantalla de Administrador local, y me pide contraseña. Luego de fracasar varias veces con la que acababa de registrar, entiendo que Administrador y Administrador local no es lo mismo. Busco soluciones en la note, un chabón propone el viejo control+alt+supr, que efectivamente funciona, porque aparece la contraseña cifrada. Pero yo, en vez de darle enter y chau picho, intento copiarla y de torpe que soy la borro. Ya era imposible entrar. De nuevo al modo prueba de fallos, y papelito en mano logro cambiar también la contraseña de Administrador local. Abro la la PC con ese password, pero ya ni me acuerdo en qué estaba... Lo de ejecutar el activador como administrador, no? Pongo la contraseña. Me aparece un cartelito en inglés. Insisto. Lo mismo una y otra vez. Desesperado vuelvo a buscar por toda la web otro activador, y el único confiable era el que ya había bajado. Recurro a un antiguo amor, el E-Mule. Lo actualizo, porque hacía siglos que no lo usaba, y largo la búsqueda. El resultado que parecía más potable tenía 2 GB, podía tardar un año en bajar. Igual pongo a la mulita a hacer el trabajo. Pero la angustia no cede. Se me da entonces por descifrar el cartelito en inglés que me saltaba cuando trataba de ejecutar el activador, y al que tomé por simple aviso de error. No era así. Resulta que me estaba diciendo que previo a eso debía tener el Framework v4.0.30319. Claro, mi instalación de Windows XP (sí, XP) era trucha y jamás actualicé nada por miedo a que me bloquearan. Así que estaba en la prehistoria de la informática, con al abuelo de los sistemas operativos. Ya jugado a todo, decidí descargar el Framework del sitio oficial, salteándome la advertencia que era sólo para quienes tuviesen copia legal y rogando que pudiese volver a encender la máquina y acceder a mis archivos una vez instalado. Nuevamente horas de descarga e instalación. Juro que por momentos, cuando aparecía algo similar a "cliente" en el progreso de instalación, temblaba de miedo, como si la ira de la corporación fuese a caer como un rayo sobre mi vieja y querida PC de un momento a otro. Pero no pasó nada (hasta ahora). Mis esfuerzos fueron coronados por el éxito. Pude ejecutar finalmente el activador, y el Word me aparece de lo más legalcito y sin advertencias admonitorias. Es más, también descargué el activador en la note, donde por supuesto no sufrí ninguna peripecia, dado que tiene Windows 10. Todo el proceso me debe haber consumido unas doce horas, calculo. A lo que hay que sumarle lo que me insumió escribir esto, que encima muy pocos -sólo los del palo de la informática- disfrutarán. Qué vida al pedo la mía.

jueves, 14 de abril de 2016

VIEJAS CHOTAS (2)

De hoy...

La vieja, dos lugares detrás de mí, en la cola de los cajeros del Banco Provincia, por calle 6 (que son como veinte, aunque hoy tenían plata sólo dos, por el paro), venía hablando pelotudeces con otra vieja sobre el discurso de Cristina de ayer.
Lo hacía a voz en cuello, para que todos la oyesen y compartieran su santa indignación.
Llegada al punto en que dice "resulta que ahora toda la culpa la tiene el actual gobierno" y expresa su deseo que encierren a la Presidenta en Martín García, se me suelta la cadena y el vozarrón de provocación en público, que obviamente se ubicaba varios decibeles arriba de su graznido chillón de medio pelo.
-"Y cómo explica usted que de estar todo bien durante doce años, pasó de golpe a estar todo mal?"
Ahí sucedió algo maravilloso. Casi hasta el final de mi frase la vieja de mierda me creyó de su bando. Tan lejos de su pobre mente estaba la idea que quedase un kirchnerista, aparte de los negros pagos que fueron ayer a enchastrar Comodoro Py. 
Me escuchaba y asentía con cara de complacencia por encontrar alguien como ella, que se animaba públicamente a asumir el compromiso ciudadano de repudiar a la yegua.
Cuando por fin pudo salir de la burbuja del prejuicio, y entendió el sentido de mi frase, sus facciones mudaron al profundo desencanto, y apuró un "ustedes" descontaminante...
-"Y ustedes, qué país dejaron, eh?", espetó, con tono de "tomá, te la chanté!"
Empecé por el trabajo y terminé con la inclusión social, enumerando en el medio cada uno de los logros del kirchnerismo.
Rematé: "Todo arrasado en unos meses por este delincuente que usted votó"
-"Yo no voté a nadie! -chilló la vieja- Yo no tengo ideología!"
-"Sí la tiene, se la inculcan los medios dominantes, por eso es tan ignorante"- retruco.
-"Yo con usted no estaba hablando" -cierra la discusión la vieja.


VIEJAS CHOTAS (1)

29 de diciembre de 2011tiempos cambian... Ioma no da más bonos...  los jubilados ya no toman taxis... pero las viejas chotas son eternas como el agua y el aire)
La vieja de mierda se levanta a las 7 de la mañana a picar cebolla. Para las 8 ya tiene listo el tuco, vació una pava de mate, le dio de comer y beber al pajarito y al gato y se apresta a ir a la verdulería a comprar la cebolla para picar mañana a la mañana. Vuelve a su casa a las nueve. La verdulería queda a media cuadra, y la compra duró un minuto, lo extenso fue la charla con la verdulera, y otras viejas de mierda que baldeaban la vereda. Llena un balde, agarra la escoba y sale ella también a baldear la vereda. Las otras viejas ya no están, pero siempre hay un vecino desprevenido para quejarse de la calor, la suba de los precios y los cuetes que tiran los mocosos. Reingresa a su casa a las diez, notando que en el agua del pajarito se coló un grano de alpiste, así que se la cambia. Se cambia ella, ahora, para ir a Ioma. Cuando va a salir, advierte que se olvidó el documento, que no se lo piden nunca, pero igual va a buscarlo al cajón de la cómoda, por las dudas... Ahora, sí. Once de la mañana -que tarde se hizo!- se pone en marcha. Luego de múltiples vicisitudes por el camino, a más del andar lento, llega a la sede de la obra social a las once y media y saca varios números, por las dudas. No se sabe cuáles pueden ser las dudas, pero ella saca igual varios, no sea cosa que... Doce menos cuarto caigo yo al mismo lugar, con veinte cosas por hacer y treinta números por delante. La vieja de mierda, para variar, ha entablado conversación con un incauto que se le sentó al lado. Agrega a su temario de quejas el tiempo que hay que perder en todos lados. Finalmente le toca a ella, y previsiblemente, se demora -y demora a todo el mundo- con la charla al empleado, al que le enumera sus múltiples afecciones y los milagros que hace su clínico, que va a visitar la segunda quincena de enero, cuando él vuelva de vacaciones, pero quiere tener antes el bonito, por las dudas... Cuando las puteadas mentales que le echo están a punto de convertirse en sonido, abandona la ventanilla. Pero no se va. Otea a su alrededor en busca de personas que le caigan simpáticas -en una fugaz mirada de reojo me descarta al instante-, y graciosamente, como si fuera la dádiva de una reina con su pueblo en el día patrio, reparte de forma furtiva los números que no usó. De modo que dos minas que habían llegado después que yo, van a ser atendidas antes. Refreno de nuevo las puteadas a punto de salir de mi boca, por temor a una turba de indignados ciudadanos cayendo sobre mí, en defensa de una pobre ancianita.

La pobre ancianita, o sea la vieja de mierda, satisfecha por su buena acción del día, regresa a su casa en taxi, lujo que se da cuando se le hace tarde para almorzar. Se lastra un buen plato de fideos con tuco, acompañado por dos vasos de un tinto que estaba de oferta en el súper de los chinos, y de postre el helado que sobró de Navidad, y que se trajo de la casa de la nuera, total ella dice que está haciendo dieta, su hijo no lo come, y a los nietos les hace mal tanto dulce. Terminada la pitanza lanza un largo eructo, y dejando los platos sucios para la tarde y medio en pedo, va a dormirse una buena siesta en la cama matrimonial, que tiene toda para ella desde el momento en que el finadito dejó de sufrir (a su lado). En este preciso momento, mientras yo estoy acá, escribiendo esto, con la hiel todavía a punto de reventar, la vieja de mierda debe estar roncando a pata suelta.

miércoles, 13 de abril de 2016

KERMESSE

Como "En búsqueda del tiempo perdido", el sabor de las salchichas con puré que me preparé esta noche, me retrotrajo a un momento de la infancia. En Zárate, los domingos a la tarde, se hacía en un teatro, una feria de entretenimientos como cualquiera de las que todavía se ven en la tele, en un tiempo en que pocos tenían tele. El público participaba de pruebas, y mi vieja, que me había llevado, me insistió en que subiese al escenario. Se trataba de ver qué chico comía más rápido un plato de salchichas con puré. Era la primera vez que comía salchichas con puré y me gustaron mucho, de modo que el desafío pasó a segundo plano. Me distraje en saborearlas y esa tarde de hace más de cincuenta años, perdí la prueba. Pero contento.

martes, 12 de abril de 2016

ADJETIVOS

Dos flacos detrás de mí, en la cola de la caja del mercadito. Tomo el diálogo empezado...
-...No, yo me como unas papas fritas.
-Papas fritas de verdad, o...?
-De verdad. Señoras papas fritas. En olla, con grasa de cerdo. Gloriosas.
Digo yo... si usás ese adjetivo para unas papas fritas en grasa de cerdo, qué te queda para las gestas épicas, para la religión, para algunas cumbres del arte? 
"El sabroso David de Miguel Angel", quizá?
"El delicioso cruce de los Andes", tal vez?
"La exquisita ascensión de Nuestro Señor Jesucristo", a lo mejor?


TELEFONO DESCOMPUESTO


Domingo 10 de abril, 13:30 hs.

Después de un largo diálogo telefónico con mi nieta donde me contaba las peripecias de un payaso que se caía, y me anunciaba que me vendría a visitar no bien la mamá terminase de lavar los platos, me pidió que le pasara con "la nona". Preferí entender -debido a mi sordera- "Moni", y le dije que había salido. Pero la nena insistió con "la nona". Ahí entramos ambos en una zona confusional, y le pasó al papá que me pidió que le pase con Hugo. Le dije que no vivía ahí ningún Hugo. Oigo al tipo decir: "...debe ser un amigo de tu papá, haciendo una broma" y toma el tubo la mujer, que me pregunta quién habla. Le contesto que soy un abuelo que creía haber estado hablando con su nieta, pero que evidentemente no era así. Por primera vez, alguien de esa familia me cree. Nos despedimos deseándonos un buen domingo mutuamente.