sábado, 7 de abril de 2018

COPPOLA O BERGMAN?

Los detalles eran muchos, pero voy a limitarme a contar el hilo principal.
Salimos, al anochecer, con mi mujer, de un consultorio, en un barrio apartado de casa. Tenemos que hacer compras de supermercado y recuerdo que hay uno cerca. Llegamos a un negocito situado en la esquina de enfrente. Es del rubro, pero no me gusta y no es el que conocía,  que calculo debe estar unas cuadras más adelante. Para que mi mujer no se canse propongo tomar un taxi. Aunque dudo que pasen por esa zona, enseguida aparece uno. Un señor atildado, con el que ya me había cruzado, lo para al tiempo que yo. Después del obligado vulevú entre caballeros, acordamos tomarlo juntos. El chofer pregunta la ruta. El señor atildado informa su destino. "Nosotros vamos más lejos", se me adelanta mi mujer. Comprendo que su plan es llegar directamente a casa. Convenimos entonces que el señor atildado bajará primero. En el trayecto, le comento a mi mujer sobre un libro de pintura que traíamos. Llega el momento en que el señor atildado desciende. Comienza a sacar unos billetes para pagar su parte del viaje, pero enseguida se arrepiente, y extrae de unos lienzos enrollados que carga, una pintura original. Me la entrega. Se trata de una monocromía semi abstracta, con sutiles toques matéricos. "Es suya?", le pregunto. Me lo confirma y añade: "Pasaron demasiadas cosas esta noche". Interpreto que se refiere a la coincidencia de los entrecruzamientos previos, a la charla que escuchó en el taxi, y que me está retribuyendo  mi afición por la pintura. Acepto el obsequio sin decidir internamente si me gusta o no. "En todo caso  -pienso- lo consultaré con mi mujer". El señor atildado me dice el nombre de la obra. Me lo repite. Me recomienda recordarlo.
Ahora, estoy en la duda si se llamaba "La conversación" o "El silencio".