viernes, 22 de enero de 2021

GUSTOS QUE UNO SE DA

Bailaba el tango con una señora de buen ver, a la que no veo desde hace muchos años. Y creo que bailé tango una sola vez en mi vida. Si eso ocurrió fue en el salón La Argentina, unas cuatro décadas atrás. De todas maneras, siempre fui un tronco bailando.

En esta oportunidad en cambio, mi compañera, que lo hacía de forma estupenda, propiciaba que mi paso fuese elegante y rítmico.

Pensaba, mientras disfrutaba del momento, que era injusto con mi mujer, a la que tanto le gusta bailar y nunca le doy el gusto.

La culpa y el placer, esos dos impostores...