domingo, 21 de agosto de 2022

LA EDAD AVANZADA NO IMPIDE EL ASOMBRO

 A menudo elegancia y comodidad no se condicen.

A esta altura de mi vida no tengo necesidad de agradar a nadie, de modo que anoche decidí viajar a Capital en bata, pijama y pantuflas.

Recuerdo haber tomado un subte, pero al bajar no tenía mucha noción de dónde me dirigía.  Encontré en el bolsillo de la bata un papel con la imagen de un edificio. Levanté la vista y lo tenía enfrente. Supuse que iba a ese lugar. Crucé.

Se trataba de una biblioteca según el letrero en la vidriera del local (era un local comercial), pero de una comiquería en los hechos. Entré, pregunté el motivo de la incongruencia. El nativo digital que me atendió, con la vista fija en el monitor de la note, masculló una confusa respuesta acerca de trámite de habilitación municipal. 

De todas maneras, el material que estaba a la vista resultaba muy poco interesante. Manga, superhéroes, algo de BeDé clásica ultra conocida. Había sí algún muñequito potable, pero con precio en dólares. "Están en pedo", pensé. Llegó un flaco repartidor de pizza que le propuso al  millennial un canje entre una grande de muzza y no sé qué cómic pedorro. Los abandoné en tratativas.

Después, me crucé con personas que no veo desde hace mucho, pero que estaban ocupadas. Yo tampoco tenía demasiado interés en ponerme a charlar, así que intercambiamos apenas algo más que el saludo y cada quien siguió su derrotero.

El mío seguía siendo incierto (adjetivo obligado para derrotero), por lo que me senté en el banco de una plazoleta a fin de ubicarme.  Se me pegó una Testigo de Jehová y después otra, del lado opuesto. Blasfemé para sacármelas de encima, de lo cual sinceramente me arrepiento y pido se tome esto como acto de contrición.

Enfrente de mí, un Testigo masculino (deberían renombrarse Testigues), mucho más insistente que mis acosadoras -que huyeron despavoridas ante la herejía-,  tironeaba de una pareja con un nene a cuestas.

En el forcejeo, el nene cayó al piso y desapareció.

Entiéndase bien: de-sa-pa-re-ció. No se precipitó en un pozo o algo por el estilo, no. Desapareció, se esfumó, se fantasmó no bien hizo contacto con el suelo.

Los presentes no terminamos de asombrarnos de tal prodigio, cuando sucedió otro mayor: el cielo se llenó de golpe de discos volantes. 

Por fin, por primera vez en mi vida, veía no un OVNI, sino muchos.