miércoles, 28 de junio de 2023

MATATODO

 Me desnudaba para bañarme cuando caía en la cuenta que conjuntamente con el pullover salía debajo el delantal de cocina.

"Un descuido al recoger la ropa del tendedero" -pensé - "Quedó adherido y así me lo puse. Lo raro es no haberlo advertido"

Mientras dudaba si tirarlo o no al canasto para lavar, llegaba de alguna parte un jingle pegadizo:

"Palito

Matatodo

Matatodo

Palito"

martes, 20 de junio de 2023

FERIADO INVERNAL

Atravieso por una etapa que no identifico si es de fatiga mental o de envejecimiento de las neuronas. O peor aún, comienzos de un Alzheimer o algo así.

Es difícil saberlo porque los síntomas son raros.  

Me viene preocupando una especie de dislexia numérica que me sucede a menudo y que no tiene que ver con las operaciones matemáticas en sí, sino con cambiar el orden de una cifra. Si debo transcribir "1540" pongo "1450". Debe haber un nombre específico para ese problema.

Por otra parte comenzaron a ser recurrentes ciertas asociaciones caprichosas. Un ejemplo es ir a lavar platos a la pileta de la cocina y surgirme la imagen de una situación del pasado que nada tiene que ver. Y cuando no aparece, me pregunto la razón de la ausencia.

Y la memoria, claro. Tengo lagunas con nombres y hechos pretéritos. Aunque a mi edad, como bien puntualizaba Borges, los recuerdos son ya recuerdos de lo recordado, con las consiguientes distorsiones e incongruencias.

Es cierto que me ocupo de temas de muy distinta índole y eso puede generar un grado de estrés mental. Paso sin transiciones del derecho a la historieta, a la administración, a la construcción. al teatro. Al teatro menos, en la actualidad.

Me permití descansar en estos días.

Tomé hace un rato –excepcionalmente- dos tazas de café en un desayuno tardío. Creo que lo hice más para prolongar una actividad que por real ganas. Una vez leídas las noticias no sabía cuál iba a ser la actividad siguiente. No tener obligaciones puede parecer un estado ideal, pero no lo es tanto. Ayer no salí de casa, leí en bata durante todo el día "Cómo polvo en el viento", de Padura. Me evoca una Cuba a la que me gustaría volver, lo mismo que algunos sitios de España que también aparecen en la novela. A más de, por supuesto, que Padura siempre resulta interesante.

Me han corregido en un texto que me solicitaron para un libro la expresión "a más de", que uso con frecuencia, sustituyéndola por "además" que a mí me suena muy prosaico, pero bueno... se ve que me he vuelto arcaico hablando y escribiendo.

Días pasados le explicaba a mi nieto mayor que mi léxico no se corresponde exactamente al de mi generación, porque me he apropiado de términos y modismos de otras anteriores. Le he robado a Bioy, por caso, los términos "aparente" y "tortita guaranga". Bioy escribía que tal lugar era aparente, como metonimia o sinécdoque –nunca voy a terminar de diferenciarlas, y que no venga nadie a intentar explicármelo porque lo saco cagando- de lo que se ve bien, que tiene buena apariencia, no de lo que muestra un aspecto engañoso. Y sustituía guaranga por negra, que sería palabra de mal gusto para aplicar a la comida en la clase alta de principios del siglo pasado.

Y ya que la digresión se ha hecho extensa, agrego que "suspiros de monja" es un erróneo eufemismo –mojigato o pícaro- de "bolas de fraile". La pieza de panadería toma esa denominación por semejanza en su tamaño y forma esférica a la coronación del lazo que ceñía la cintura de los monjes. Otro intento de sustitución del nombre de la factura, pretendidamente culto, es "borlas de fraile". También equivocado, porque una borla termina en flecos, lo que no se observa en el referido cinturón del hábito.

Y volviendo al tema, si de llamar a las cosas por su nombre se trata, cualquiera diría que lo mío se rotularía lisa y llanamente como vejez.

Me resisto a ello. Parece un lugar común, pero resulta comprobable que la vejez no es una cuestión solamente de edad. Conozco gente joven que es vieja. Porque cree que su modus vivendi, sus saberes y convicciones son absolutos, sin siquiera imaginar que está encerrada en un estrechísimo e inconmovible paradigma. Son personas tan viejas, cerebralmente hablando, como lo era la mayoría de la gente que conocí en la infancia, mi padre incluido, pobre. La diferencia es que él no ostentaba la soberbia de éstos.

Comenzaré a ser viejo –salvando lo apuntado sobre la posibilidad de un deterioro neuronal- cuando deje de tener curiosidad sobre el mundo y de entusiasmarme con los descubrimientos que de tanto en tanto me ocurren.

La nota de Primera Plana encontrada hace unos días, que motivó un posteo en mi blog de historietas, aplica ajustadamente a mi argumento.

Me provocó un entusiasmo que hace tiempo no experimentaba en el campo de la historieta. Aun a sabiendas que podía compartirlo con un estrechísimo clan que entendiera la importancia del hallazgo.

Esta generación de millennials de la que hablo opera al revés: rastrea temas u objetos que puedan despertar el interés de sus congéneres. Genera opiniones o pseudo reflexiones con la intención de captar la atención –no importa si negativa o positivamente- de los demás. Busca el like o la polémica, mientras permanece aséptica a toda posición propia, diluyéndose en gustos o rechazos ajenos y sintiéndolos un triunfo cuando los concentra y acumula.

Estudié un tiempo, hasta que me hartó, a un espécimen perteneciente a la categoría que se llama a sí mismo "artista de redes". Lo hice porque lo considero un modelo perfecto de esta concepción de la existencia.

Bauman habla de una modernidad líquida y ubica su raíz –simplificando mucho- en el pánico a no estar preparado para que las cosas cambien. Se adopta por lo tanto la decisión de no aferrarse a nada. Ni a personas, ni a costumbres, ni a conceptos.

Vengo de una generación que estaba preparada para ser flexible, pero que no temía la toma de posición en cada momento socio-histórico. Sigo ejercitándome en ello. No me niego a los cambios. Pero que no me pidan que los admita sin aplicar previamente el pensamiento crítico.

Esa supuesta flexibilidad de los millennials, que abraza de inmediato todo lo que está en boga sin pasarlo por el tamiz de la propia reflexión, es paradójicamente –repito- un modelo de conducta cerradísimo. Y cargado de cinismo y deshumanización, en tanto rehúye cualquier tipo de compromiso intelectual, ético e incluso afectivo.

No sigo porque me gana el asco.

El tema era que habiéndome propuesto tomar un descanso, y agotadas las posibilidades de paseos, lecturas y series en Netflitx (que reservo para horas de la noche) me quedaba solamente escribir. Claro que escribir, genéricamente, es uno de mis trabajos.

Pero no el de escribir despreocupado de la extensión y del tema. Escribir lo que se me dé la gana, sin importarme un carajo si se me lee o no, como en el presente.

Al que haya llegado hasta acá mis disculpas por hacerle perder el tiempo en nimiedades autorreferenciales y  mis deseos que disfrute de lo que queda de esta última tarde de feriado invernal.