domingo, 23 de agosto de 2020

Todo lo sólido se desvanece en el aire

Todo es previsible, lo mismo que en una mala comedia del subgénero "para toda la familia". 

Las señoritas aguardan nerviosas a una alta autoridad. En charla previa de bar la imaginan seria y circunspecta. Incluso se han vestido  para la ocasión con trajecitos sastre, que vaya a saber a quién pidieron prestado. No  imagino ese atuendo en sus respectivos placares. 

Quien llega, por supuesto, es contrario a lo esperado: una moderna versión del profesor hippie, interpretado por Ricardo Darín. 

El ómnibus en que viaja estaciona frente a la explanada del establecimiento educativo, donde los alumnos, de riguroso guardapolvo blanco con distintivo de la institución, lucen respetuosamente alineados. Suenan las estrofas del Himno Nacional (lo que suena es la música en realidad, pero el lugar común cuadra mejor a la situación) y Darín escucha, solemne, rígido, presidiendo el acto acorde hasta ahora a las expectativas generadas.

De a poco, de forma imperceptible, el exitoso actor comienza a mover la cabeza acompañando el ritmo. Una alumna lo advierte, y lo imita. Darín advierte a su vez a la alumna, y acentuando el movimiento, se acerca a ella. Terminan bailando con el torso inclinado, nariz con nariz, al modo de los '70, como en las Locuras de Isidoro. El alumnado se contagia y el plantel docente se escandaliza.

De tan patética que resulta la escena, decido huir de allí.

Enfilo a refugiarme en el edificio. Un escalón de la entrada, que ya venía con el mármol rajado desde hace tiempo, había acabado por desmoronarse.

Súbitamente el patrón comienza a ser -ya no en clave comedia reidera, ya no tan previsible- el resquebrajamiento de todo.

viernes, 21 de agosto de 2020

SOMOS NADA

                                                                                                                                   Al Oso Wainer

No podría explicar en calidad de qué estaba en esa casa. Podía ser por el lado del teatro, pensé en principio. Los padres del muchacho me mostraron fotos en las que yo aparecía junto a él. Aparecían también otras personas con las que había trabajado en una obra a principios de siglo. Una actriz sobre todo, era quien más se repetía. En esa época  yo andaba por los cuarenta y pico, y el pibe –se veía- apenas por los veinte. O sea que murió muy joven. No formaba parte del elenco. Posiblemente un técnico, especulé. La verdad es que lo recordaba de manera muy difusa. Lo padres me insistían en que él me consideró siempre un gran amigo.

Me dejaron sólo en el vestíbulo con las fotos. Me provocó tristeza el repasarlas. Porque esa persona había muerto con la convicción que era amigo de alguien que ni siquiera podía identificarlo. Inmerso en ese estado,  golpeé  suavemente  la puerta de la habitación por la que habían desaparecido los padres, para despedirme.

Abrieron las dos hojas –la casa era antigua, de puertas de madera maciza con banderola- y me hicieron pasar a un living comedor oscuro, abarrotado de muebles y adornitos de cerámica. Sobre la mesa central,  larga y oval, se hallaba depositada una caja, de la que asomaban revistas.

-Eduardo no iba a negociar fácilmente sus historietas...- me dijo la madre con picardía, y agregó:- Sabemos por él, que siempre nos comentaba, su fama de regateador.

En ese momento, cambió mi registro del posible motivo por el cual había sido invitado a esa casa. Pasábamos de la amistad al mercantilismo. Querían venderme la colección del finado.

La compasión que me inspiraban los ancianos por haber perdido a su hijo tan joven, se evanesció de golpe ante el propósito especulativo que acababan de revelar.

No creí incorrecto, de todos modos, echar un vistazo al contenido de la caja. Quizá fuese instrucción póstuma de su dueño  que pasara a mis manos.

No había gran cosa. Y el estado de los ejemplares era calamitoso.

El padre encomiaba un Libro de Oro Patoruzú de la última y decadente época editorial. Lejos de ser la perla que pretendía, observé que encima le faltaba la primera página.

La madre, dándome ya como seguro comprador, me sondeaba respecto a cuánto estaría dispuesto a pagar por el lote.

Con mucho tacto les hice saber mi nulo interés en la compra y me despedí.

Una vez en la calle, volví a pensar en el pobre Eduardo. No solo olvidado por quien creía su amigo. También convertido  en moneda de cambio por sus propios padres.                                                                             


Dibujo: Fer Sosa

viernes, 7 de agosto de 2020

EPIFANÍA

En la madrugada apunto:

"Estoy mirando una serie en el sofá o la cama. Me duermo un par de minutos, pero sigo viendo la serie. Cuando me despierto advierto que lo que pasa en la pantalla no se condice con lo que había visto mientras dormitaba. Ahí me doy cuenta que soñé ese intervalo entre escenas"

A la noche, tarde, sin que buscase nada relacionado con lo anterior, me encuentro con este párrafo:

"La cultura onírica entre los tzotziles de San Juan Chamula en Los Altos de Chiapas"
"(...) Más aún, las etnoteorías que externan y objetivan la experiencia del sueño, como las que tienen los mayas de esta región, pueden abrir este espacio para algunos usos culturales específicos que no permiten otros marcos de interpretación subjetivistas o psicologicistas. De hecho, la vida en estas tierras se caracteriza por una especie de “visión doble” en la cual el foco de atención vira continuamente entre el mundo de la vigilia y el ámbito esencial del sueño. Como resultado, los sueños frecuentemente se convierten en “transformadores” que conectan la vida de vigilia con la del dormir y que permiten la interpenetración e interinfluencia mutua de estas manifestaciones distintivas de la experiencia. De ello resulta un mundo de vigilia que está atravesado por la experiencia del sueño y un ámbito del sueño que puede procesar —y a veces resolver— muchos de los dilemas, conflictos y esperanzas de la vida cotidiana."

miércoles, 5 de agosto de 2020

CUARENTENA (XI): CARTA

Le escribo a mi amiga, que está en el exterior:
Hola, (aquí va el nombre de mi amiga). Creo que llegó agosto. El tiempo para mí se esfumó. Sólo sé que envejezco y casi seguro moriré en algún momento, que ahora calculo será bastante antes en la concepción del tiempo que solía manejar,  o una eternidad después con la que concibo ahora. Siempre y cuando no ocurra un prodigo, que nunca es de descartar. Ahí nomás lo tenés a Jesús que al tercer año resucitó. ¿Puede que pensaras volver en agosto, o recuerdo mal? Si estuviese en tus manos retrasarlo, mejor. Seguramente para vos el tiempo empezó a correr de nuevo y entenderás lo de retrasar. Quiero decir para después de lo que se solía llamar agosto. Siento -no sé qué noticias te llegan de acá- que las cosas no están bien. Por las que llegan de allá, están mejor. Aunque no sé... No coincidimos en espacio, eso seguro, porque recorro la casa y no te veo. Pero quizá tampoco en tiempo, porque el tiempo dejó de ser el mismo para todos más allá de las diferencias horarias, a eso uno estaba acostumbrado. Acostumbrarse a que el tiempo se esfume es más difícil...
Posdata: sueño mucho con situaciones de teatro, ergo extraño hacerlo, en explicación psicologista. En tren de pensamiento mágico, lo hago con mucha intensidad en otra dimensión para compensar la inactividad en ésta.
Ahora sí, me despido, esperando estés bien de salud, quedando yo bien, a Dios gracias
... no sé si bien, corrijo... no demasiado peor, digamos.