Anoche nos juntamos los tres en
la piecita. La Gladys, cuando pasamos por el patio, lo jodía al Chuenga que se volviera
a la casa, pero el Chuenga ni pelota. Para qué iba a volver, si ya no deben ni
fifar.
Teníamos unas cervezas, nos
pusimos a hablar macanas. Se oía roncar a la vieja del cuarto de al lado y
empezamos a hacer ruido de pedos, a cual más fuerte, a ver si se despertaba.
Pobre de vos se va a despertar, olvidate. Ni que se venga el mundo abajo.
Al oír ruido, por la ventanita
que da al almacén, aparece don Toño reclamándole al Euquerio la libreta negra. Sabía
bien que era el Euquerio el que se la había birlado, pero no tenía pruebas. La
libreta de don Toño es su vida misma, la cuida como oro porque ahí anota las
deudas de todo el barrio. Una cantidad espantosa, astronómica, de fiado. Una, la
gente no paga. Otra, don Toño tiene fama de sumarte hasta la fecha. Se aprovecha
de la iñorancia de la gente. La libretita negra me la había dado el Euquerio
para que se la escondiera, y yo la tenía ahí entre una pila de Crónica que las
guardo porque en la última página te trae una foto a color de unas minas con un
orto impresionante. A veces pienso si esas pibas les mostrarán a sus padres
cuando salen ahí. Capaz les hacen creer que están en la carrera de modelo. El
camino a la fama, que le dicen. El salto a la fama. Hay un precipicio, saltás,
llegás a la fama. O te caés allá abajo de todo, te rompés la crisma. Otra cosa
le deben romper a las pibas éstas. Andá a saber lo que hicieron para salir en
la contratapa de Crónica, no me lo quiero ni imaginar.
La cuestión que el Euquerio se
hacia el ofendido, que qué se creía, que él no era un chorro, no se lo iba a
permitir. Aparte que para qué quería él esa libretita mugrosa (mentira, claro,
porque si desaparecía la libreta desaparecían las deudas).
La libreta asomaba un poco entre
la pila de diarios, yo la voy a acomodar con disimulo, aunque desde la
ventanita es poco lo que don Toño podía ver y no va que en eso entra la Gladys.
"Pajero", me dice así a
la pasada, bajito, como un insulto, por la colección de fotos de Crónica. Eso
es lo más suave que te puede decir la Gladys. Imaginate lo que le empezó a
decir al Chuenga. Que era un vago del orto, que cualquier día lo ponía de
patitas en la calle y se traía un macho de verdad que se la cogiese bien
cogida, no como él que tiene el pito finito y flojo. "Con vos lo tendré
flojo", le contesta el Chuenga que tampoco se queda atrás. Ninguno de los
dos es lerdo con la lengua. Entonces la Gladys se pone hecha una furia porque
la trató de cornuda (le captó la indirecta), más hecha un bicho todavía de lo
que ya venía. Para mí que ella también se había tomado su cervecita. O vino,
porque no sé por qué se me hace que la Gladys es más de darle al tinto.
Pero don Toño la ve y se le pone
a charlar desde la ventanita, lo más confianzudo el viejo. Se olvida de golpe
de la libreta y se le cae la baba cuando la Gladys se tira en la cama, con la
minifalda a la altura de la chabomba, que medio se le asomaría el pesebre,
pienso yo. Yo de mi lado no veía, la tenía de atrás, pero don Toño seguro que sí porque la
ventanita da justo a un costado de la cama. Se descogotaba el viejo.
La ventanita es un rectángulo de
madera que se rebate y tiene un gancho de mi lado, sólo yo la puedo abrir.
Estaba ya cuando alquilé la pieza
y la dejé porque me sirve cuando llego tarde, no tengo nada para comer, le
golpeo a don Toño y me alcanza un salamín, un cacho de queso o un paquete de
fideos, un decir. Depende si ando con ganas de cocinarme, que a veces llego
cansado y apenas si tengo fuerza para cortar la cáscara del queso, por no decir
pelar el salamín que se puede dar a malos entendidos y a mí nunca me gustó el
doble sentido. Las cosas hay que decirlas de frente march y en eso hay que
reconocerle a don Toño que no te anda con vueltas. Me golpea la ventanita, y me
pregunta así, sin saludar ni siquiera "¿Me podría decir la hora oficial,
joven?", con esa voz medio aflautada que le sale, como de pito, que más de
una vez me hizo pensar que si no sería puto, aunque había estado casado. Me
pregunta porque sabe que yo tengo clavada la sintonía en una emisora radial que
a cada rato te machaca con la hora, como si fuese la cosa más importante del
mundo. Y a don Toño dos por tres se le detiene el reloj. Nótese que no digo
"se le para" por eso de los dobles sentidos. Estoy más fino que la
mierda, yo.
Pero no, puto no debe ser, es la
voz chillona nada más porque se le nota que es un baboso don Toño, bien que le
relojea (relojea digo, ja) el ojete a la Gladys. La Gladys medio que le
coquetea, ya se olvidó de todo el quilombo que había armado no bien entró, se
le pasó de golpe, se tiró en la cama y se puso a calentarlo al viejo. Euquerio
y yo nos miramos, era una situación incómoda. Aunque al Chuenga pareciera que
le importara una chota. Le dice a don Toño que ya que está, por qué no nos
alcanza una cervecita bien fría que se nos está terminando y la anota en la
libreta. Esto es como una tomada de pelo, una ironía vendría a ser, porque el
Chuenga sabía muy bien que la libretita la tengo yo, que me la dio el Euquerio,
si nos veníamos cagando de risa los tres de eso. Fue antes de entrar en la
piecita, pero ahora que lo pienso capaz que seguimos jodiendo con el tema un
cacho más y por eso don Toño golpeó la
ventanita y le pidió la libreta al Euquerio.
Pero ahora resulta que de golpe
dejó de importarle, porque dice que la cerveza es cortesía de la casa y que puede
traer también algo para picar si es que no nos incomodaba que diese la vuelta y
se sumara a la tertulia, porque justo había cerrado el almacén y no le gustaba
cenar solo un sábado. Don Toño es viudo, debo aclarar. El apellido de don Toño
es Perillo y a la mujer le decían "la perilla". Y cuando se murió comentaban
"tanto tirar de la perilla, a la final...". La gente es mala.
Pero cuando don Toño se tira el
lance para venir a la piecita, de nuevo nos miramos con el Euquerio porque las
intenciones del viejo eran evidentes y andá a saber si al Chuenga no le caían para
el carajo... pero no. El Chuenga fue el primero en contestar que sí, que
encantado y hasta le hizo la broma que se trajese un pollito al espiedo con
fritas, que acá había mucha hambre. Y era la pura verdad.
A mí se me dio por pensar si no
era un arreglo que tenía el Chuenga con la Gladys, que ella le boludeara a los
tipos para sacarle algo. No digo que fuese el cafishio ni que la Gladys fuese
una mujer de la noche, que más de uno podía pensarlo por la forma que se
vestía. No, no digo eso ni mucho menos, de ninguna manera. Calentaría la pava,
pero el mate se lo tomaba el Chuenga. Ni tampoco, vaya uno a saber, por las
cosas que se decían. Aunque la vida de las parejas es un misterio, un día se
cagan a puteadas, y al otro los ves abrazados como tortolitos. Yo por eso, a
Dios gracias, soy soltero.
La cuestión que don Toño se
aparece con unas tremendas flautitas de salame, untadas con manteca. Que así
hay que comer el sánguche de salame: solo, sin queso y untado con manteca, no
con bayonesa que he visto que han llegado a hacer algunas bestias.
Tremenda algaraza, lo aplaudimos
a don Toño, que aparte cargó con dos cervezas. La Gladys hasta le estampa un
beso en la mejilla que le deja marcado el lápiz de labios, porque siempre anda
pintarrajeada la Gladys, que eso y la minifalda es lo que le da apariencia de yiro,
pero no es.
Yo despejo la mesa, que siempre
la tengo llena de porquerías, saco el Primus que lo pongo ahí porque me gusta
tomar mate de parado y si está en el piso me tengo que agachar a cada rato para
calentar la pava. Yo caliento la pava y tomo mate, las dos cosas.
Nos sentamos a comer y a chupar,
todos como chanchos. El Chuenga me hace un guiño mientras le dice a don Toño
que se cuente algo de España. Porque don Toño es gallego, no sé si dije.
Antonio Perilla, más gallego que la mierda.
Don Toño se engancha para
impresionar a la Gladys y empieza a chamuyar no sé qué cosa de las rías. El
Chuenga cada vez que dice "ría" hace una risita, jejeje, y todos nos
empezamos a tentar, hasta que don Toño se da cuenta y le pregunta al Chuenga, ya medio ofuscado,
de qué se ríe.
-"Usté me dice que me
ría", le contesta el zanguango. Y don Toño, que se ve no está acostumbrado
al alcohol, se levanta y dice que a él no lo van a tomar para el churrete.
-"Te rompí el ojete",
le retruca el Euquerio y ahí largamos todos la carcajada y el gallego se enoja
más y dice que nos olvidemos del convite, que nos va a anotar en la libreta los
sánguches y las cervezas.
-"¿Qué libreta si no la
tenés?", lo chucea el Chuenga ya tratándolo de che.
-"No la tengo porque este
pelafustán me la robó, yo la había dejado sobre el mostrador y desapareció, y el
último cliente había sido él"
-"A mi amigo no lo vas a
tratar de ladrón, gallego", se encocorita el Chuenga y agarra un cuchillo
de la mesa, que yo había traído para cortar las flautas en dos.
Don Toño medio que se asusta y
empieza a querer parar el quilombo, pero ahí es cuando interviene la Gladys,
acusando al almacenero de haberle rozado la pierna por abajo de la mesa, que
capaz era cierto, porque ella se le había sentado al lado y lo seguía
calentando.
El Chuenga le tira un puntazo al
Gallego, nada más que para asustarlo, calculo yo, pero no va que en pedo le calcula
mal, y le hace una tajo en la muñeca, porque el otro, inexperto, había
adelantado la mano para atajarlo.
Don Toño de golpe chorrea sangre
a lo vaca degollada, para mí que fue una arteria o algo así que le cortó.
Enseguida nos ponemos a buscar un trapo para hacerle un torniquete, pero a mí
justo se me había dado por la limpieza, estaban todos en el tendedero del otro
patio y había que actuar rápido.
El Chuenga, asustado de lo que
hizo, le arranca la minifalda a la Gladys que queda en calzones. Qué culo, mi
Dios. Otra que las minitas ésas de Crónica, las tira a la mierda a todas la
Gladys.
Como podemos le apretamos bien el
brazo a don Toño, el viejo grita y suda, el Euquerio agarra una Crónica, lo
empieza a apantallar, y en ese movimiento se cae al piso la libreta negra.
Va a parar justo al charco de
sangre. Don Toño la ve. La señala, dice: "Mi li...", pero no alcanza
a terminar que se desmaya, blanco como la leche.
El Chuenga levanta la libreta con
dos dedos, cosa de no mancharse, pasa las hojas y arranca unas del medio. Dice:
"¡Vamos, Gladys!". Y la Gladys, así, con el culo al aire sale de la
piecita siguiéndolo.
Yo medio que me distraje con el
culo de la Gladys y cuando caigo en la
cuenta lo veo al Euquerio haciendo lo mismo que el Chuenga, arrancando hojas de
la libretita.
-¿Qué hacés?
-Desaparezco las pruebas.
-¿Qué pruebas?
-El fiado mío. Hacé lo mismo con
el tuyo.
-¿Pero vos sos mongólico o qué?
Para eso quemamos la libreta y listo.
-Quemála, si te parece. Yo me
piro.
Y se fue el muy turro. Me dejaron
solo con el viejo medio muerto los hijos de puta.
Yo no tuve nada que ver, eh. Ahí,
en la libreta está lo que yo tenía anotado, un litro de querosén y una caja de
fosfóros, nada más. De antiyer. Me queda querosén todavía. Ya ven, podía haber
quemado la libreta con el Primus y acá está, aunque manchada, enterita. Salvo
las hojas que se llevaron el Chuenga y el Euquerio que deben haber sido dos o
tres cada uno, esos sí que tenían deuda.
Y flor de choclo, encima, se les hizo ahora.