lunes, 18 de abril de 2016

LEGADOS

Me preguntaba qué click me habría hecho soñar con mi padre, por qué le decía que lo iba a alcanzar en auto, al tiempo que me reprochaba internamente el tiempo que hacía que no le daba bola, que no hablaba con él.
Anoche, mientras movía mis cajas con archivos de unos estantes de arriba de todo, se me cae una antigua lata de galletitas Bagley, donde el abuelo de mi mujer guardaba estampillas en prolijos paquetitos. Siempre me intrigó esa colección, que abarca muchos recipientes de distinto tipo, repletos de sellos.
Hoy se me dio por consultar, lo que suscitó una amable charla sobre filatelia con un amigo conocedor del tema. 
Recién, la conversación me llevó al recuerdo de un capítulo del Decálogo de Kieslowski, cuyo argumento pasa por una colección de estampillas que heredan dos hermanos, de su padre que acaba de morir. 
No saben nada de filatelia, pero de a poco, en función de determinar el valor de la herencia, se van interiorizando.
Hay una escena maravillosa -una de las escenas más conmovedoras que he visto en pantalla- donde los hermanos amanecen ocupándose de los detalles de la preservación de la colección.
Uno de ellos comenta entonces que al estar absorto en esa tarea, se había olvidado de todo. Y que hacía mucho tiempo que no se sentía tan bien, 
"Todo" -claro- era su vida gris, sus pobres vínculos, el mundo.
Solo un coleccionista puede entender esa frase. Eso es exactamente el coleccionismo. 
Los dos hermanos se habían convertido en coleccionistas sin darse cuenta. Y ahí estaba el verdadero legado del padre, no en las estampillas en sí
Quizá yo esté tratando de descifrar, tan tarde, a esta altura de la vida, que fue lo que en realidad me dejó mi viejo.


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