La señora bajita y rechoncha habla incansablemente en la verdulería.
Dice cosas como "el ajo viene sin gusto a ajo" o "mi marido cocina, como debe ser".
La imagino en su casa, balanceándose de un lado a otro para equilibrar su peso y parloteando desde que se levanta hasta que se acuesta, y me parece un milagro que en el barrio no haya habido noticias de un uxoricidio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario