domingo, 29 de enero de 2017

CUENTAS PENDIENTES

"Señores, antes de entrarle al asado, deberíamos arreglar cuentas", digo en voz alta a mis compañeros de mesa. Viene una señorita y me señala, recuadrándolos con el dedo, a dos señores que están sentados en un extremo, contra la ventana. Son los encargados de cobrar, informa. Uno de ellos me parece Cóppola, al que vi entrar ayer a la mañana en la Boston de Varese, mientras desayunábamos con mi hija. "Hay que dividir entre once", añade la chica. "Pero si acá hay más de treinta personas!", me quejo. Un silencio incómodo.
Voy a la entrada del salón y me paro ahí para contar los comensales. Eludo una gotera que lo enchastra todo. Me encuentro con la psicóloga de mi papá, a la que no veo desde hace años. La abrazo y le pregunto cómo está papá. Ella, apoyando tristemente la cabeza en mi hombro, me contesta que ya no está...


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