viernes, 24 de abril de 2020

CUARENTENA (II): INTRUSOS

Cuando vuelvo de la calle y subo al altillo me encuentro con dos jóvenes sentados en las antiquísimas butacas de un cine-teatro en el que cantó Gardel.
Los interpelo como intrusos hasta que logro comprender que fue mi mujer quien les permitió pasar, que me estaban esperando para hacerme una propuesta.
Me guardo para después el cuestionamiento a mi mujer por haberle permitido a dos desconocidos la profanación de mi santuario, y dejarlos ahí sin vigilancia. Encima, para colmo de desatinos, en tiempos de pandemia.
Les pregunto de mala manera qué quieren.
Me explican que conforman un elenco de teatro y que necesitan un director para una obra ya elegida.
Les hago saber que a esa misma pieza la monté hace muchos años.
Es apenas un comentario el mío, pero lo toman como que quiero repetir el montaje y se atajan con que ellos ya tienen su versión armada.
Enfurecido, los mando a que entonces se encarguen también de la puesta, y los echo.
Una vez que se van, dudo qué hacer primero. Si ponerme a desinfectar el altillo o verificar que no me hayan robado ninguna revista.

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