martes, 14 de enero de 2020

EMPEZAR EL DÍA

Me levanté hace minutos.
Salgo a la calle.
Cuando ya me preguntaba cómo hacer para movilizarme, llega mi hermano a devolverme las llaves del auto, que tenía desde el día anterior.
Lo cual soluciona además el problema de mi amiga, que necesita que la alcance hasta un lugar que me queda -no tan- de paso (mi amiga apareció de pronto en la calle).
Pienso que ojalá mi hermano no haya dejado el tanque vacío, lo cual es muy propio de él.
Le pido a mi amiga que me aguante, que antes de arrancar debo afeitarme y desayunar. No tiene apuro, se queda charlando en la vereda con el vecino de al lado, que se asomó al balcón. Mi amiga es simpática y bonita.
Entro al bar que está adelante de la casa y me acomodo en la barra, con la intención que mi suegra, que recién abre, me sirva un café. Si bien todavía no hay parroquianos, mi suegra y la empleada se muestran ocupadísimas y me ignoran.
Me resigno entonces a pasar al comedor y afeitarme.
En vez de hacerlo frente a un espejo, elijo el viejo teléfono rectangular y negro, de pared.
Cuando estoy terminando, noto que no enjaboné y rasuré mi cara. Que todo lo hice sobre el teléfono.

No hay comentarios:

Publicar un comentario